Las muertes de Fortín Coronado

Mario Bencastro

Es realmente increíble la confusión que ha generado la desaparición de Fortín Coronado. Los periódicos publican extensos artículos sobre las posibles razones de su muerte, más descabelladas que las de ayer y, seguramente, menos audaces e intrincadas que las de mañana.

Juran que una amante lo envenenó por celos.

Aseguran que era agente del servicio de inteligencia y que lo ajusticiaron las fuerzas insurgentes.

Desde el Plan de la Laguna, alguien escribe que cultivaba hongos alucinógenos para la exportación, que se intoxicó y encontraron el cadáver "duro como una piedra".

En el barrio corre el rumor de que Fortín Coronado era el propietario de "El calzoncito", y que una muchacha que él raptó de sus padres en San Juan Nonualco e inició en la venta del amor, decepcionada, lo acuchilló.

Atestiguan que pertenecía a una organización clandestina y que fue herido de muerte en un enfrentamiento.

Un reconocido político que desempeña alto cargo de gobierno, por su parte, declaró en conferencia de prensa:

"Fortín Coronado era mi amigo de confianza. Los difamadores de mi persona posiblemente lo asesinaron para acusarme de su muerte, ya que constantemente buscan excusas para manchar mi pulcra reputación de máximo vigilante de los sagrados intereses del pueblo."

Mi abuela, quien no se queda nunca atrás en estos asuntos de interés nacional, dice haberle conocido personalmente. Según ella, siendo Fortín aún muy joven hizo negocio con el diablo y le vendió el alma a cambio de una gran fortuna.

Pero que Lucifer, viendo que Fortín acumulaba poder demasiado pronto, se adelantó a la fecha convenida y se lo llevó al infierno.

En fin, todos tienen algo que decir sobre el personaje. Acaso le temían, odiaban o envidiaban tanto, que cada uno quiere matarlo a su manera.

En la Alcaldía Municipal se encuentra el reporte oficial de defunción, abierto al público.

Pero nadie parece tomarlo en serio. Según el documento:

"Fortín Coronado murió mientras dormía, de muerte natural, de viejo, y con una placentera sonrisa en su arrugada cara."

(1983)